sábado, 29 de agosto de 2009

La Marcha de los ignorantes

Se está fraguando una marcha contra el presidente Chávez para el próximo 4 de Septiembre. Y digo fraguando, en lugar de convocando u organizando, porque dicha marcha es un plan maquiavélico e infundado.

Según la pagina de la marcha, “Estamos cansados de que el presidente Hugo Chávez, nos INSULTE, insulte a Latinoamérica y al mundo, y nos trate de imponer a punta de MENTIRAS, DE MIEDO Y DE MALA EDUCACIÓN su revolución ANACRÓNICA Y DELIRANTE”. Dos puntos para que los administradores de tan maravilloso grupo aclaren: en primer lugar, ¿quienes estamos? Supuestamente, dicho grupo representa a Latinoamérica entera y al mundo. Pero en lo que concierne a mí, no existe ninguna representación. ¿Por qué se asume que el mundo piensa que Chávez “debe morir”? La respuesta es simple. Los colombianos (y me refiero a ellos porque son los que fraguaron dicho plan) son nacionalistas acérrimos. Puede que lo único que conozcan de historia nacional sea que Simón Bolívar (irónicamente, venezolano) los independizó de España, sin embargo, aprovechan cualquier ínfima oportunidad para “demostrar” que son “orgullosamente” colombianos. La identidad colombiana no existe. Es comparable a un estado de ánimo: va y vuelve. Cuando el tema es las FARC los ánimos nacionalistas se alzan. Cuando el tema abarca los problemas del país, aquellos nacionalistas se alzan en contra de su amada nación. El nacionalismo colombiano, tan pútrido y desdeñable, puede compararse al de la Alemania nazi: dictatorial e infundado.

Este carácter dictatorial genera el estado de opinión en Colombia, en el que se desarrolla una espiral de silencio dominada por las mayorías. Radio Casa de Nariño vuelve a hacer de las suyas reafirmando la dictadura mediática y su compromiso nacionalista con el presidente Uribe. Claramente los medios colombianos difunden sólo esta cara de la moneda y deja de lado al resto de colombianos que están cansados de otro dictador latinoamericano.

El segundo punto que merece mi atención es el referente al insulto. Podemos decir muchas cosas de Chávez: que es un payaso anacrónico, con delirios bolivarianos de libertad y de integración latinoamericana. Pero si observamos el discurso nacionalista con poncho, carriel, sombrero y acento Uribista nos encontramos con una versión de esta misma situación. ¿Chávez NOS ha insultado? Claramente no. A mí no me ha insultado. No ha insultado a Colombia. Ha respondido con su peculiar discurso a los insultos del gobierno colombiano. Colombia ha insultado a Latinoamérica. ¿Cómo puede llamársele al bombardeo al campamento de Raúl Reyes en tierra extranjera y sin permiso alguno? ¿Cómo puede llamársele a la acogida colombiana de Pedro Carmona? Habrán muchos argumentos en mi contra, sin embargo, ninguno comparado al que concierne la desintegración latinoamericana.

Si Chávez forma un movimiento de integración entre las naciones del continente, Colombia rompe dichas relaciones al aliarse al coloso del norte para desarrollar proyectos que no ayudan al país. Y no hablo sólo de las bases militares, hablo del TLC, de los megaproyectos en regiones ancestrales, en concesiones territoriales dadas a empresas extranjeras. Aquella alianza puede recordarnos la época de la pérdida de Panamá: Colombia vuelve a ser el culpable de sus desgracias, la cohesión nacional está basada sobre los principios equivocados.

Lamentablemente, los prejuicios difundidos por la opinión pública colombiana no da cabida para que los colombianos juzguen por si mismos la gestión realizada por Chávez. Los colombianos no conocemos sus políticas, no hemos leído las metas del milenio, simplemente repetimos, como matrices de aquel gran hermano mediático los mínimos aspectos negativos de dicho gobierno que maximizamos y tomamos como único elemento. No tenemos fundamentos para juzgar la situación del país vecino, por lo que tomamos como nuestras las opiniones que nuestro Hitler paisa exitosamente impone. Esta no es una apología a Chávez. Esto no es una crítica a Uribe. Más que todo esto, es una invitación a informarnos de verdad, a no dejarnos influenciar por la opinión pública única y fabricada por la mayoría nacionalista. Es una invitación a no formar parte de la marcha de los ignorantes.

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