En el editorial del diario El Nacional de Venezuela del pasado 11 de agosto llamado “Obama y los hipócritas” atacaba directamente a algunos mandatarios latinoamericanos por la petición realizada a Washington de intervenir en la crisis Hondureña desatada por el golpe de estado y el retiro de su cargo de Manuel Zelaya.
En esos párrafos se realizaba una fuerte critica a lo que podría llamarse una asimetría moral por parte de los gobiernos de los países latinoamericanos, quienes en estos momentos, cuando preparan su alineación del socialismo del siglo XXI necesitan en Honduras a un colaborador para instituir dicha ideología en el país centroamericano.
Este objetivo se ve amenazado debido al exilio del cowboy hondureño, lo que disminuye las naciones latinoamericanas que comparten la ideología, la cual debe fortalecerse en estos momentos, en los que Colombia, el peón Estadounidense en América Latina, permite el establecimiento de bases norteamericanas en su territorio.
Venezuela se siente amenazada de sobremanera, ya que la casa blanca no establece bases militares en el extranjero adrede. Los argumentos de la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico se disuelven fácil y rápidamente. Las bases tienen algo que ver con el presidente Chávez.
Pero ese no es el tema de este artículo. Al terminar la cumbre de los países norteamericanos la semana pasada, Obama respondió a la petición que los mandatarios latinoamericanos le habían realizado criticando su falta de coherencia respecto a la intervención de este país en los problemas internos de ciertos países. Sin embargo, el viernes 14 de agosto el New York Times público en primera plana que Estados Unidos imponía a China limites en las importaciones debido a que las políticas son demasiado nacionalistas.
Los límites que la casa blanca le impuso al país asiático son los mismos que reclamaban las naciones latinoamericanas para tratar la crisis hondureña. Es cierto que existe una asimetría moral en la petición latinoamericana. Pero también existe una doble moral en la respuesta de Obama. ¿Cambio? ¿Cuál cambio? Las cosas siguen igual, Estados Unidos sigue imponiendo su hegemonía alrededor del globo, el único elemento que podría percibirse como diferente es que han encontrado un diplomático con un discurso (que a grandes rasgos formales, no de contenido, podría compararse con el de Hugo Chávez) tan coherente y que ataca elocuentemente a sus enemigos. Una buena estrategia mediática. Sin embargo hay algo que debemos aclarar: Obama y los hipócritas no existen. Sólo quedan los hipócritas.
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